La Comunidad Hindú melillense tuvo un peso específico determinante en la economía de la ciudad sobre todo a partir de mediados del siglo XX, regentando multitud de bazares que jalonaban todas las calles del centro potenciando un ambiente sofisticado y cosmopolita cargado de mercancías traídas del Lejano Oriente.
Lacas, perfumes, joyas y sedas, dieron paso también, a partir de los años 60 y 70 del siglo pasado, a la electrónica fabricada principalmente en China, Taiwán y Japón. Tomavistas, cámaras fotográficas, televisores y radios, los primeros reproductores y cámaras de video, satisfacían tanto la demanda local como la de los soldados de reemplazo y sus familias cuando venían a las Juras de Bandera, con productos que eran difíciles de encontrar en la Península o eran mucho más caros. Además estos bazares daban empleo a muchas familias de Melilla representando un porcentaje nada desdeñable en el PIB de la ciudad.
Tras décadas de bonanza económica los años 90 trajeron un cambio de dinámica, con el fin del servicio militar obligatorio, la entrada de España en la Unión Europea y pérdida del estatuto de puerto franco de Melilla, las nuevas generaciones descendientes de los propietarios de estos bazares prefirieron dedicarse a otras actividades profesionales. Fue el momento en el que paulatinamente se fueron cerrando los bazares y varias de las familias se trasladaron a otras ciudades con contextos económicos más favorables, como Málaga, Gibraltar, Casablanca, Valencia o las Islas Canarias.
El corto que presentó Rakesh Narwani el pasado mes de mayo en Melilla con motivo de la 16ª Semana de Cine, pese a que no se localiza en nuestra ciudad, nos remite a los mismos procesos y dinámicas sobre la transmisión intergeneracional de estos establecimientos que podríamos definir como «oficios tradicionales» y representativos del patrimonio cultural inmaterial de las ciudades en las que se hallaban, ya que además muchos de ellos formaban parte de redes transnacionales unidas por relaciones de parentesco que conectaban Oriente y Occidente en un tránsito de mercancías que no sólo traían productos foráneos, sino que aportaban a las comunidades que los acogían, nuevas formas y planteamientos vitales como la práctica del yoga, el veganismo, la meditación trascendental o el sincretismo religioso.
Según las propias palabras de Narwani:
«Según la tradición familiar india, el hijo mayor está obligado a cuidar del negocio y de sus padres en el caso de que cualquier problema grave afecte a la familia. Mi padre vino a España en los años 70 con el proyecto de iniciar su propio negocio y trajo aquí a mi madre y a mi abuela. Desde entonces hemos estado aquí. La subida de precios de los alquileres en el casco antiguo de Málaga hace que el Bazar Kirpa, el bazar de mis padres, tenga que cerrar sus puertas tras cuatro décadas de actividad. En los últimos días del bazar, que coinciden con las fiestas navideñas, aprovecho para estar con ellos y así conocer mejor cuáles fueron sus deseos y sus anhelos tras ese largo viaje.
El bazar de mis padres es un documental sobre la identidad, las tradiciones y la familia, a fin de cuentas, los negocios cierran pero la familia siempre está ahí.«
Gentrificación, trasmisión de conocimientos y sabiduría intergeneracionalmente, anhelos e ilusiones cumplidas o por cumplir se dan cita en este bello documental con el que podemos establecer muchos paralelismos con las historias de las familias hindúes melillenses, que durante décadas fueron ejemplo de integración, convivencia, promoción de la riqueza y diversidad cultural en nuestra ciudad.
El documental podrá verse también en Telemelilla en el próximo Diwali (31 Oct-1 Nov 2024). Para más información o visualización del corto:
https://www.filmin.es/corto/el-bazar-de-mis-padres