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Aunque tradicionalmente se pensaba que la comunidad gitana de Melilla se había asentado originalmente en la ciudad a finales del siglo XIX, parecer ser que la documentación histórica ya nos demuestra la presencia de gitanos en la ciudad desde el siglo XVII.
Bien es cierto que el siglo XIX supone un aumento sustancial del asentamiento de familias gitanas favorecido por el auge económico de la zona acrecentado por el estatus de puerto franco y la llegada de regimientos y tropas tras la Guerra de Margallo (1893). Así a comienzos de la década de 1890 aparecen en el padrón municipal de Melilla varias familias con apellidos de origen gitano; su asentamiento inicial se establece en el centro de la Ciudad Vieja (Calle San Miguel, del Horno, etc) y su origen parece estar bastante definido en tres áreas peninsulares: la Bahía de Cádiz-Algeciras, Málaga-Torrox, Nerja y el Levante andaluz-Almería-Murcia (Águilas).
Ya a comienzos del S XX, ante la expansión extramuros de la ciudad moderna, la comunidad gitana de Melilla encuentra nuevos lugares de asentamiento, en concreto, las denominadas popularmente Barracas de San Francisco, en las laderas de las colinas que conducían desde lo alto de la ciudad al barrio del Polígono.
Digno de destacar fue la paulatina integración social de esta comunidad en el conjunto de la sociedad de Melilla, mediante la incorporación de numerosos gitanos a las filas del ejército en los regimientos destacados en la ciudad y el área circundante: La Legión, Regulares Nº5 o Nº2 y otros. Estas oportunidades laborales se convirtieron en un polo de atracción constante (ingresos fijos, estabilidad y reconocimiento social) para un conjunto de población que tenía serias dificultades para emerger de los ámbitos de marginación y pobreza peninsulares.
Las décadas del siglo XX transcurrieron mientras la población gitana de Melilla crecía y se expandía por el área del protectorado en busca de nuevas oportunidades profesionales, hasta que con la independencia de Marruecos (1956) se produce un repliegue a la ciudad y un progresivo éxodo a la península, Islas Canarias y Latinoamérica.
Desde los años 90 la población gitana de Melilla, que se considera plenamente integrada, se estabiliza e inicia un proceso de visibilización y reconocimiento social e institucional, promoviendo la celebración del Dia del Pueblo Gitano o divulgando la tradición musical del flamenco a través de actuaciones, certámenes y talleres.
Otras de sus tradiciones más destacables son las bodas, momentos de exaltación familiar y vecinal al ritmo de cajones, guitarras y palmas, la perpetuación y transmisión intergeneracional del flamenco y el respeto hacia sus mayores.