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El contingente poblacional de origen peninsular o europeo de Melilla supone el resultado de una amalgama muy heterogénea de habitantes cuya procedencia es muy diversa, acentuada por el devenir histórico de la ciudad que pasa de ser una plaza fuerte-presidio a uno de los enclaves urbanos más preeminentes del Protectorado hasta los años 30 del siglo XX.
En cuanto al Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) de esta comunidad, podemos afirmar que entre las tradiciones católicas heredadas desde la Edad Moderna, destacan las fiestas
patronales en honor de la Virgen de la Victoria, de cuya vigencia se tiene constancia
prácticamente desde la toma del territorio por la nobleza castellana a finales del S XV (1497). Obviamente una
manifestación tan prolongada en el tiempo ha sufrido constantes transformaciones y a
día de hoy el aporte lúdico de esta festividad a finales de agosto o principios de septiembre (que reproduce esquemas de la típica feria del Sur de España dentro de un recinto con casetas), prácticamente iguala a las celebraciones religiosas (misas, procesiones) e institucionales.
Tradicionales también se pueden considerar el culto y la devoción a diferentes advocaciones de la Virgen, como la Milagrosa, del Carmen, la Inmaculada, la de los Desamparados, incluso la de Monserrat, que nos hablan de las distintas procedencias de sus fieles tal y como se constata en las imágenes de las iglesias de Melilla.
Junto a estas celebraciones constatadas desde antiguo, desde finales del S XIX y a lo largo del S XX las sucesivas olas migratorias que recibió la ciudad de Melilla, debido al auge económico por las concesiones en el Protectorado español de Marruecos, supusieron el aporte de nuevas costumbres, rituales y modos de expresión, como los carnavales (institucionalizado desde principios del S XX) cuyo acontecimiento principal es, desde entonces, la cabalgata por las calles principales del centro de la ciudad, además de otras formas de expresión típicamente andaluzas como son las comparsas y las chirigotas.
El fenómeno es parecido con las procesiones de Semana Santa que reproduce similares modelos iconográficos, estilísticos y de desarrollo a las concurrentes en Andalucía, en especial las de Málaga, Almería y Sevilla.
Similares circunstancias acontecen en las celebraciones en torno a las hogueras de San Juan, aunque la celebración se ha concentrado en torno a la bahía y el paseo marítimo junto a la hoguera institucional, en detrimento de la celebración por barrios por iniciativa familiar y vecinal.
Otros rituales se incorporaron más tardíamente como la Romería del Rocío alrededor del Fuerte de Rostrogordo en la parte alta de la ciudad.
Sin embargo algunas, han caído en
desuso como las Cruces de Mayo que tuvieron su auge en los años 40, 50 y 60 del siglo pasado y que progresivamente se han fueron abandonando a consecuencia de la evolución poblacional y migratoria de la ciudad, aunque a día de hoy se dan esfuerzos a nivel institucional y vecinal por mantenerlas, gracias a certámenes y concursos que han logrado una cierta revitalización en los últimos años.
En cuanto a los oficios tradicionales, de un pasado en el que existió una importante flota pesquera y las artes e industria asociada a la misma, la ausencia de aguas territoriales desde 1986, provocó la desaparición total del sector, al igual que ocurrió con otros vinculados a determinados momentos del siglo XX, como los artesanos relacionados con las construcción, en especial de los edificios ‘art nouveau’ y ‘art decó’ así como otros oficios abandonados en pro del desarrollo socioeconómico y urbano, como caleros, herreros, maestros herradores, tratantes de ganado, etc.
El oficio tradicional que se ha mantenido vigente a día de hoy, es el del comercio. En concreto esas empresas familiares que se han ido transmitiendo intergeneracionalmente y que podríamos diferencias en dos categorías principales:
Esta tradición comercial histórica melillense, no solo se circunscribe a la comunidad de origen peninsular, sino que es extensible a todas y cada una de las comunidades que integran actualmente la sociedad de Melilla, (imazighen-musulmanes, judíos, hindúes, gitanos y chinos), en redundancia con aura mediterránea, portuaria y mercantil que la ciudad tiene.
En cuanto a las tradiciones gastronómicas y culinarias, la impronta andaluza es la más presente, comportando rituales de comensalidad generalizados como las tapas, mientras que en el interior de los hogares se diversifica a través de guisos y sopas, legumbres, consumo abundante de pescados y mariscos, verduras, frutas frescas y el uso del aceite de oliva como grasa principal enmarcándose en contexto más amplio de la dieta mediterránea, razón por la cual también las influencias procedentes de ambos lados del estrecho son muy comunes.