Orígenes del flamenco en Melilla:
El cante gitano melillense ya a finales del SXIX debió caracterizarse por un acompañamiento sobrio, con lo nudillos sobre la mesa, a golpe de martillo en la fragua o directamente a “palo seco”.
La pervivencia de la tradición Musical flamenca se transmitió principalmente en seno de las familias gitanas provenientes de Cádiz, Málaga, Granada y Almería, contextualizado en el fuero familiar y vecinal y como forma de expresión de las alegrías y sinsabores del día a día que no necesitaban de un acontecimiento especial para arrancarse con un cante y un baile ante el encuentro de un primo o realizando las labores cotidianas del hogar. Las letras y textos suponen una suerte de autobiografía cantada pensada estrictamente para el ámbito familiar, o vecinal. Recoge las vivencias directas sin afecciones ni generalizaciones, nos habla de experiencias expresadas de forma directa.
Cualquier excusa se daba por buena para hacer un corrillo en torno al cual expresar el arte flamenco, si bien es cierto que a lo largo del SXX se van extendiendo por otros lugares de la ciudad como Casa Salva, las peñas flamencas o el “Abanico” en el barrio del Tesorillo.
Hay que destacar la información aportada por el melillense, cantaor aficionado, Pepe Pozo, una de las personalidades insignes del flamenco en Melilla, que ha llevado a cabo una gran labor en la difusión del cante jondo en nuestra ciudad a través de su arte y de las Peñas de las que ha formado parte. En sus testimonios nos menciona a una de las figuras más consideradas en esa primera generación de cantaores junto a la Niña de los Peines, o Pepe Marchena, que es Manuel Vega el Carbonerillo (1906-1937), afirmando que estuvo en Melilla, dentro de esas compañías que visitaban los teatros de la ciudad a mediados de los años 30 del siglo pasado y qué trabó buena amistad con familiares de su mujer, extendiendo el vínculo del cantaor con Melilla hasta su muerte en Sevilla por tuberculosis en 1937.
El flamenco en sus múltiples variantes, estuvo entre los espectáculos más demandados por el público melillense que asistía a los numerosos teatros y salas de variedades que existían en nuestra ciudad en el primer tercio del SXX, destacando que fueron los fandangos, junto a las tarantas, los tangos o las soleares los palos más practicados por éste y otras célebres figuras del momento.
Más tarde se impusieron los estilos de Manolo Caracol y Pepe Marchena en una Melilla, en la que el flamenco va a salir de las tabernas y los teatros de variedades, a las primeras peñas como la que se encontraba de camino a la frontera y posteriormente, a mediados de los 70 del SXX, la Peña Flamenca en Melilla la Vieja entre cuyos promotores iniciales destacan el propio Pepe, Paco Serrano, Paco Moreno y Antonio Reyes, entre otros.
Esta peña actuó como centro socio-recreativo en el cual sus integrantes contrataban actuaciones de fuera, no solo de cante flamenco sino también de otros géneros como las sevillanas.
En los años 90 del siglo pasado se escindieron de ese grupo inicial y fundaron la Peña Solera Flamenca, frente al centro asistencial “La Gota de Leche”, donde siguen manteniendo sus actividades y recitales periódicos hasta la actualidad.
Paralelamente dentro de la comunidad gitana surgieron grupos de amigos que se unían para formar conjuntos musicales semiprofesionales para amenizar todo tipo de eventos y que en no pocos casos llegaron a grabar discos. Fue el caso de Los Tres Heredia en la década de los 50-60 y La Salsa Gitana en los 70-80, Gitanomoraima y África Star en los 90 del siglo pasado, y ya en el presente Arte y Calé, y Soniquete.
Entre todos estos ejemplos de arte flamenco gitano melillense, destaca la figura de Joaquín Carmona Gómez, “Joaquín el canastero”, compositor y letrista cuyas creaciones ha sido cantadas incluso por Camarón de la Isla; suya es la siguiente letra:
“De Melilla a Nador hay un paseo,
yo lo hago a diario, para ver a la mora que camelo,
para darle mi cariño y cantarle por flamenco.
De Melilla a Nador hay un paseo.
Yamila de mis entrañas,
cuanto te quiero mora mía,
pero la pena me mata,
en saber que no eres mía.
Yamila de mis entrañas,
mora de la morería,
de las moras,
la más guapa.
Nacido en la morería,
Nací en el barrio de las barracas,
barrio gitano de Melilla,
como yo soy gitano moro,
y nacido en la morería.
Qué me gustan a mi las moras,
cuando me escuchan de cantar,
toita se reúnen en la puerta y me escuchan de cantar,
y yo le digo a mi morita,
me voy para Nador,
que no aguanto más.
Ni te pintes, ni te laves,
ni te eches brillantina,
hasta que no venga tu novio
que está sirviendo en Melilla.”
Según el investigador Heredia Carmona otras letras del cante flamenco de Melilla se dedican a lugares de encuentro urbano populares cercanos al barrio de las Barracas, como la fuente del Bombillo situada en el barrio del polígono y sobre la que el vecino Manuel Heredia compone:
“En la fuente
del Bombillo me han
dicho que me
quería, pero
llegando a las
Barracas, llorando
se arrepentía”.
Letras que nos contextualizan geográficamente y dentro de la trama urbana en el barrio de las Barracas de San Francisco-barrio del Polígono, espacio de expresión por antonomasia de la comunidad gitana de Melilla y de mezcolanza e hibridación social respecto a la relación con otros grupos étnicos como el amazigh, el de origen peninsular y los judíos.
A día de hoy podemos afirmar que no existe un momento concreto y preciso para arrancarse con el cante flamenco, puede expresar un llanto o lamento en un momento de duelo o tribulación, o del mismo modo ser la máxima expresión de alegría y júbilo en una boda, celebración o bautizo. Su transmisión intergeneracional y aprendizaje en el seno familiar y del barrio, desde la infancia convierte esta manifestación en un revivir constante de empleo atávico de la música y el cante flamenco como definitorios de la cultura gitana, mismo tiempo que gracias a los esfuerzos de visibilización y transmisión de esta riqueza inmaterial a través de las peñas flamencas y Escuela Taller su conocimiento y alcance se ha ampliado al conjunto de la sociedad melillense notablemente.
A pesar que de que numerosos estudios ubican el origen del flamenco en la fusión de cantos y danzas orientales con aportaciones judías, bereberes, moriscas, mozárabes e hispanas, el término “flamenco” no aparece hasta 1860 como producto romántico cuyas primeras manifestaciones públicas se inscriben en las condiciones de la vida moderna de las clases populares del SXIX y el comienzo de mercantilización de las artes.
El flamenco es un arte de transmisión oral que se ha preservado principalmente en el contexto de las grandes dinastías gitanas de la Baja Andalucía, transmitiéndose intergeneracionalmente dentro del ámbito familiar y del barrio. Las letras en su origen denotan un gran poso de rebeldía contra la autoridad en ámbitos de marginación, hambre y miseria, de explotación laboral que se denuncia a través de la soleá o a la seguiriya, en los que la Guardia Civil, el terrateniente o la justicia aparecen siempre amenazantes.
Posteriormente en otros momentos históricos como en la II República o en la Transición adquiere incluso un compromiso sociopolítico claro de izquierdas, aunque en la actualidad tras la progresiva profesionalización del cante y el baile flamenco, dentro del circuito de festivales y certámenes dentro y fuera de nuestras fronteras, ha llevado a plantearse a muchos puristas sobre la pérdida de la esencia de este arte y un reclamo a la vuelta a los orígenes fuera de los intereses comerciales del gran público.
Los maestros del flamenco coinciden en el dedicarse a ello requiere un aprendizaje para toda la vida; el cante no surge de la misma forma en dos ocasiones distintas, por lo que las repeticiones automáticas o el playback resultan materialmente imposibles. Las estrofas tienen autonomía propia, que lejos de relatar historias completas son más reflexiones de recuerdos aislados. Son reflejos de la tragicomedia de la vida que recoge la esencia de la picaresca del XVII transmitiéndola con la amarga lucidez que da la escuela de la vida, de la vida en las calles. Por tanto su capacidad comunicativa destila los usos, costumbres y formas de vida (o supervivencia) del contexto rural y suburbano andaluz y gitano exportándolos a escala universal; a una suerte de valores inmateriales intrínsecos que remiten a la solidaridad, el respeto a las costumbres y a la cohesión del grupo.
Los estilos más primitivos (tonás, seguiriyas romances, livianas, se cantaban sin guitarra en un principio y fuero desarrollándose herméticamente entre las comunidades gitanas sobre todo de las provincias de Cádiz y Sevilla, comenzando a aflorar fuera de ese ámbito a finales del SXIX. Las letras de este momento recogen los conflictos y las penas individuales evidenciando la persecución que sufrieron los calés desde que se asentaron en España.
Perseguidos, primero por la Inquisición y posteriormente por la Benemérita, los gitanosandaluces, durante los siglos XVIII y XIX enmarcado en el contexto del bandolerismo, conforman un ser simbiótico cuyas costumbres “aglutinan esencias africanas, hebrea e islámica, sumando a la desesperación filosófica del
Islam, la desesperación religiosa del hebreo y la desesperación social del gitano.”
Según avanza el siglo XIX, el cante gitano-andaluz adquiere una dimensión diferente en los estilos minero-levantinos que expresan o denuncian explícitamente la dureza en el tajo y la explotación de las cuencas de Almería, Jaén y Murcia. Supone una nueva socialización en el medio industrial y el proletariado donde el trovero popular acompaña al cantaor flamenco como parte de un medio en ebullición constante. Son cantes que hablan sobre todo del constante peligro del trabajo en las minas, los míseros jornales y la brutal represión de cualquier movimiento reivindicativo.
Hasta bien entrado el SXX no vivía nadie del cante, la mayoría de los cantaores sobrevivían de trabajar en los ventorrillos a las afueras de pueblos y ciudades y de los residuos de la época del bandidaje. El cante gitano andaluz se circunscribía casi exclusivamente a las fiestas, los bautizos, las bodas y otras manifestaciones rituales, fusionando el cante gitano-andaluz y el folclore andaluz, influenciándose mutuamente y surgiendo con la denominación genérica de flamenco. Se inicia paralelamente en este proceso la dignificación del cante flamenco una vez conseguida cierta independencia económica de los intérpretes cuyo objetivo es sacarlo de las ventas y fiestas de señoritos para que fuera reconocido en todo su valor.
Tradicionalmente se ha dado por transmisión oral inter e intrageneracional. El aprendizaje también se dio a lo largo del siglo XX en Melilla, en el seño de la peñas flamencas. Actualmente se adquiere tanto en el ámbito familiar y social, como a través de distintos talleres de la Escuela Taller de Flamenco promovidos y financiados institucionalmente por la Ciudad Autónoma de Melilla.
Entre las formas más comunes empleadas en Melilla destacamos:
*Rumba Flamenca: La rumba flamenca es un baile y un palo flamenco de carácter festero. Se conoce también como rumba gitana o simplemente rumba. Su baile se caracteriza por ser un baile sensual y coqueto, rico en movimientos de pelvis, caderas y hombros.
La rumba es uno de los ritmos más populares del flamenco a nivel social. Se baila en fiestas y discotecas. A pesar de estas cualidades festeras, la rumba flamenca es un palo flamenco legítimo.
Los flamencólogos no consideraban que la rumba era un palo flamenco en sus inicios. Pensaban que la rumba un palo chico de carácter frívolo y comercial. A pesar de estos prejuicios, la rumba se convirtió en una parte esencial del repertorio flamenco durante el primer tercio del siglo XX.
Famosos cantaores, como La Niña de los Peines, empezaron a incluir rumbas en sus grabaciones desde 1918. La rumba pasó a ser un palo popular en los famosos cafés cantantes.
La rumba flamenca es uno de los bailes más sensuales del flamenco. Se baila de dos maneras: como un palo flamenco con braceo y zapateo o, como un baile social en celebraciones y fiestas.
Se baila a un ritmo 4/4, similar al tango flamenco. Pero el ritmo de la rumba es más rápido. Los bailaores de flamenco casi siempre bailan la rumba en solo. Tiene pronunciados movimientos de hombros, caderas y pelvis.
El carácter del baile de la rumba es apasionado. Los bailaores ejecutan feroces desplantes, se contonean, torsionan el cuerpo y hacen movimientos convulsivos, es un ritmo bien bailable que se presta para la improvisación. Quizás por eso se ha convertido en el baile por excelencia de las celebraciones familiares sobre todo asociadas a las bodas, bautizos o Navidades.
La estructura musical de la rumba flamenca se realiza sobre un compás binario y posee una forma particular de rasgueo que la distingue, caracterizado por una singular distribución rítmica del patrón de la habanera, donde los acentos en las partes 1 y 3 del compás corresponden al registro grave, mientras las palmas acompañan acentuando el segundo y el cuarto tiempo. El contrapunto producido por esta sencilla estructuración rítmica da lugar a uno de los acompañamientos
más sugestivos del flamenco moderno, lo que nos lleva a considerar el ritmo de rumba flamenca como un desdoblamiento rítmico de los tangos flamencos. Al ser un género “importado” dentro del flamenco puede adoptar todo tipo de tonalidades (mayor, menor, dórica) y de variantes estróficas ya que lo que identifica la rumba flamenca como tal es el sugestivo ritmo del acompañamiento. En el plano melódico la rumba responde a modelos de carácter cubano (guarachero), compartiendo con este estilo elementos como el coro a modo de responsorio o el canto a dos voces.
*Bulería flamenca: Convertida desde el último tercio del siglo XX en el estilo más popular entre flamencos y público en general. Pero no siempre fue así, en principio no eran consideradas ni siquiera estilos flamencos, se denominaban chuflas o cantes por fiesta y eran la parte menos jonda del repertorio del cante, el toque y el baile. Lo que en un principio fue un cante para acompañar el baile acabaría siendo el rey de los escenarios y grabaciones.
Todo apunta a que pudo nacer en Jerez, como un particular remate acelerado de la soleá. También pudo nacer en Cádiz, al desprenderse de las alegrías de baile unos cantes, conocidos como chuflas, con las que se rematan. Así la evolución del estilo partiría de los remates de cantiñas que a su vez provenían de los jaleos que abundaban en la primera mitad del XIX.
Jaleos hubo de Cádiz, Jerez, Ronda y otras decenas más. El jaleo más famoso fue el de Jerez, y de su música pudieron surgir muchos elementos que finalmente cristalizarían en soleares y cantiñas y por fin en bulerías. La primera vez que aparecen rotuladas como tales bulerías fue en un disco de Pastora Pavón la Niña de los Peines, grabado en 1910. En general, muchas cantiñas gaditanas y hasta tangos acabarán dando el salto a bulerías. La bulería es un estilo que come de todo y todo lo asimila. Entre las numerosísimas variantes escogemos algunas que aparecen en la discografía flamenca, tales como bulerías arrieras, cortas, con fandango, festeras, gitanas, al golpe, del molinero, de la molinera, navideñas, por peteneras, de la Alameda, del Albaicín, de Arcos, de Cádiz, de Córdoba, del Estrecho, de Granada, de Huelva, de Jerez, de Málaga, de los Puertos, del Sacromonte, de Sevilla, de Utrera.
El cante por bulería tiene compás propio y sus letras coinciden métricamente con las de la soleá, de la que se desarrollaron. Su compás es de los más difíciles de tocar a la guitarra. Las bulerías fueron desde un principio un cante bailable y caen dentro del ámbito de los cantes festeros o por fiesta, y aunque en ocasiones canta temas solemnes o serios normalmente se circunscriben al cante y baile de las celebraciones familiares o festivas.
Según su estructura rítmica, es sin duda la más compleja de todos estos estilos a la hora de controlar su compás. Interpretada a una velocidad acelerada, hay menos tiempo de reacción por el intérprete y posee una dificultad añadida porque varía la métrica entre compases de a 12 y compases de 6, acentuando las partes 3, 6, 8 ,10 y 12, Si se canta, se baila o se toca a 12, la acentuación básica es igual que en la Soleá, la Soleá por Bulería o la Alegría.
Mientras se canta, se baila o se toca se pueden ir haciendo compases de 6 partes indefinidamente, hasta que se cierra o remata que se vuelve al compás de 12. *Fandangos: La primera vez que se usa el término es en un entremés anónimo de 1705, titulado «El novio de la aldeana» y, posteriormente, en el año 1712 el deán del Cabildo de Alicante también nos da noticias escritas en latín sobre el mismo. En lo que sí que la mayoría de autores están de acuerdo es en que el fandango fue en su origen un baile o danza y después un cantar generalizado en toda España, que por sus características estructurales es probable que tuviera sus precedentes en las zambras arábigo-andaluzas y en las jarchas mozárabes y que ha ido aclimatándose con el tiempo a las diversas regiones españolas y adquiriendo en Andalucía características propias del flamenco. Tal es su carácter español que en el siglo XIX llegó a considerárselo como cante y baile nacional por excelencia, como lo demuestran los escritos de los viajeros románticos, tales como Ford, Borrow, Davillier… etc. Su alto grado de identificación con lo español ha hecho que numerosos compositores de música sinfónica lo hayan introducido en sus obras para dotarlas de ese carácter, como por ejemplo Gluck, en su ballet «Don Juan» (1761), Mozart, en «Las bodas de Fígaro» (1786), A. Adam en su ópera bufa «Le Toreador» (1849) o Rimbsky Korsakov quien termina «El capricho español» (1887) con un fandango.
Desde principios del siglo XIX, el flamenco adoptó rasgos de los fandangos andaluces, y dio así lugar a los llamados «fandangos aflamencaos», que son considerados hoy en día uno de los palos flamencos fundamentales. La forma del fandango posiblemente es la que más variaciones poseen como ninguna otra expresión del flamenco. La variante procedente de los bailes de candil, toma especial mención en el Andévalo, Huelva, donde se presenta de manera especialmente prolija; en Málaga con sus característicos Verdiales, posiblemente el modo originario de esta clase de manifestación artística; en las provincias de Murcia, Albacete, Alicante y Menorca más conocido como malagueña, y la zona de influencia granadina, caso de Almería, conocido en España popularmente como «fandanguillo».
El fandango andaluz tiene elementos musicales que lo define y caracteriza. Uno es formal, ya que todos los fandangos se estructuran en la alternancia de letras cantadas y variaciones de guitarra. Otro corresponde rueda de acordes con que se acompaña el cantable, con las variantes propias de una música de tradición oral.
*Soleá: es el estilo flamenco considerado como centro neurálgico del arte jondo. En su estructura musical guarda buena parte de los elementos rectores (melodías, ritmos, armonías) de la estética musical propia del género flamenco, sin ser el palo más antiguo, ningún otro aire ha tenido tal capacidad de sumar valores y calidades específicas del arte jondo como las soleares.
Surge de la evolución de un género musical de enorme implantación en el XIX andaluz, un estilo que conjuga ritmo y compás, con cadencias melódicas sentimentales y un soporte literario conforme a la expresión popular: El Jaleo,
enmarcado sobre todo en las provincias de Sevilla y Cádiz, aglutinando las esencias aportadas por la jota, el fandango y la seguidilla.
La soleá es el estilo flamenco modélico: por su compás -amalgama de un 6/8 y un 3/4-, la tonalidad modal -la escala andaluza propia del cante y toque por soleá, y los melismas de su melodía. Atesorando además un material literario de gran variedad.
La soleares, como buena parte de los estilos flamencos, basan su estructura formal en el modelo de: introducción de guitarra, ayeo de salida, cante de preparación, cante valiente y remate, con las falsetas intercalando las distintas letras.
Las soleares suelen ser de dos clases principales, de cuatro versos, y la llamada soleá corta, la soleá de tres versos, muy común como cante de preparación. También existe la soleá petenera, un tipo con modulaciones propias de la petenera, lo que implica que el cante se alargue considerablemente. Las letras más cantadas hacen referencia además a lugares de la América Española, no en vano la petenera es un estilo de origen mexicano que una vez aflamencado perdió su acento indiano para hacerse flamenco, aunque conservando el aroma tropical inherente a los estilos llamado americanos, con su modulación al mayor.
La soleá es uno de los bailes más emblemáticos del flamenco y, tal y como ocurre en el cante, su ejecución reúne todos y cada uno de los elementos esenciales de la estética bailable del flamenco. Muchos de ellos seguramente tomados de otro de los más antiguos bailes flamencos, las alegrías.
*Seguiriya: La seguiriya es considerada el cante más esencial del cante jondo por la profundidad extrema del quejío y su desgarrada solemnidad. Su nombre procede de la seguidilla castellana, y aunque sí que se relaciona su forma estrófica con la figura literaria así llamada, no tiene nada que ver con las piezas musicales de cante y baile folklórico. Se la llama comúnmente seguiriya, siguiriya o sigueriya. Su conformación se realiza en los principales focos originales del flamenco, Triana, Jerez y la zona de Cádiz y Los Puertos.
La estructura formal de una seguiriya, se articula de la siguiente manera: En primer lugar un rasgueo inicial de la guitarra que remata con ataques cortos y contundentes que definen el compás y dan la entrada al cantaor -procedimiento que se extiende a los remates de cada estrofa, y en general las introducciones de las mismas, como un efecto que recuerda vivamente al redoble de tambor o de la llamada de cornetín, bastante habitual en la música teatral para conseguir la atención del público. Posteriormente tras la salida, el cantaor interpreta un cante corto, sin alardes melódicos aunque de gran intensidad emocional. Le sigue un remate del guitarrista con los habituales rasgueados y realiza una variación según el modelo de la seguiriya durante el cual el cantaor realiza un cante valiente, muy melismático.
Estos tres últimos corresponden más a un tipo de cante melancólico y “sentío” que se solía dar en los contextos domésticos o en las peñas flamencas, como forma de expiación ante la adversidad, muertes, injusticias, encarcelamientos,
miseria, hambre… Y que recogen la esencia de los lamentos de un pueblo tradicionalmente oprimido y marginado.
Guitarra española, cajón, sillas de anea.
Entre los espacios y contextos más habituales donde se dan las manifestaciones del flamenco en Melilla además de los barrios ya señalados son: Las peñas flamencas de la ciudad, manifestaciones espontáneas (principalmente en forma de soleá) en las procesiones de semana santa y los eventos en los que anualmente participa la Escuela taller de flamenco: festivales veraniegos, recitales en las Fiestas de la Virgen de la Victoria y zambombada flamenca navideña,
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Heredia Camona, J.: Con nombre propio. Historia y pautas de identidad de la comunidad gitana de Melilla. Serv. De Publicaciones C.A. de Melilla. 2016
Carmona Moreno, R.: Población gitana melillense. Estudio sociológico. Asociación AAOC, Instituto de las Culturas de Melilla, 2014. Sin publicar.
Grimaldos, A.: Historia Social del Flamenco. Ed. Península 2015.
Laguna Arias, D.: Dentro de “dentro”: Estudio antropológico y social de una comunidad de gitanos catalanes. Tesis Doctoral, Universidad de Jaen. 2000
Mamontoff, A. M.: Poblaciones sin fronteras y valorización del patrimonio cultural intengible: el caso de los gitanos. Institut Catalán de Recherches en Sciencies Sociales. En Teoría y Praxis nº8. 2010 pp. 157-169.
Sordé, T., Flecha R., Mircea Alexiu, T.: El pueblo gitano una identidad global sin territorio. En
Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y Ciencias Sociales. Vol. XVII, num. 427. 2013
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