UNA CIUDAD DE PEQUEÑOS MILAGROS

Extranjero, si alguna vez visitas Melilla, verás que es una polis plural, un paraíso visual, sonoro y emocional. Realidad que va más allá de ser una sencilla ciudad hospitalaria y de afectuosa acogida.

Eleva la mirada, agudiza el oído y el olfato. Ven, acompáñame a tomar harera y pinchos en los cafetines de los amigos al acabar el rezo del iftar (ruptura del ayuno)  en  las tardes de Ramadán. En esas horas el musulmán se activa con la misma ilusión del cristiano en la cena de navidad pero repetida cada noche durante todo ese mes entre familia y amigos.

Que ni el aroma de las especias, ni la grata conversación, o las chispas del carbón, te impidan oír los tambores de los Pasos de la Semana Santa en la noche del Santo entierro, ni ver la luz de las velas en las manos de las gentes, ni percibir el místico olor del incienso. La luz que ilumina escasamente el camino oscuro de la Soledad y a su comitiva va avanzando en silencio por la Avenida con un cadenciosos repiqueteo y la suave lectura del rosario.

Extranjero, lleva contigo el aroma del sándalo y la sonrisa de los niños, no te despistes de las buenas sensaciones que produce la luna llena iluminando la estela de la Virgen en su simbólico caminar desolado, como le ocurre a todo ser humano ante el dolor de este mundo.

Recuerda, también, que la comunidad judía celebró Purim hace unos días y, al pasar por una de las sinagogas, se podía escuchar de fondo las oraciones en arameo del libro de Esther. Las familias están felices porque es un pueblo resiliente que festeja, pese a las dificultades, la existencia y la supervivencia. En definitiva, están celebrando la vida. Las familias unidas comparten regalos y los niños se disfrazan y juegan, como suelen hacerlo, en amor y en paz.

Observa que todos los niños de la ciudad corretean por sus calles y barrios en libertad, que su amistad no conoce diferencias culturales y que su tiempo de infancia y juventud en igualdad y compañerismo en la calle y, sobre todo en las escuelas de Melilla, es reflejo de un amor que trasciende las barreras sociales y cohesiona nuestra convivencia.

Además, en este mes de marzo de mágicas coincidencias, aconteció la festividad de Holi, la de los vivos colores, la explosión de la primavera y, de nuevo, el triunfo del bien sobre el mal, del calor y la vida frente al frío y la muerte. Si te gusta bailar, en esta divertida celebración de colores, terminarás perdido de polvo (Gulal). Recuerda que el rojo simboliza la pasión y la fertilidad; el verde, la primavera en su eterno retorno a la vida; el amarillo, la especia dorada cúrcuma y el azul es el color del Dios Krishna. Luego, busca tú mismo el significado del naranja, del violeta….del arcoíris de colores y de la diversidad de personas que te rodean en cada momento y todo lo que ellas aportan a tu instante de felicidad al compartir contigo miradas, risas y abrazos.

Extranjero, si tenemos tiempo y suerte, saborearemos algunos de los dulces tradicionales que preparan mis amigos de todas las culturas –que ahora serán tuyos también– y anota que, en esta ciudad y en estos mágicos días, el sabor de los dulces pasa por las torrijas, la chebakía, las orejas de Haman, las galletas, los dátiles,  etc.

Vuelve en paz a tu ciudad y dile a tus amigos lo que has conocido y sentido aquí. Debes saber que, cuando quieras regresar –en solitario o acompañado–, encontrarás siempre nuestros brazos y corazones abiertos pero, por favor, que ninguna mala acción o violento discurso, sea lejano o próximo, perturbe el amanecer en esta tierra de pequeños milagros. ¡Maktub!

Texto y foto:

Juan Carlos Cavero

 Fórum Filosófico de Melilla

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